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Candor entusiasta

Casó una muchacha candorosa, con su novio de juventud. Aquel candor
angelical no le impidió a la muchacha -¡bendito sea el Señor, que
nunca desampara a sus criaturas!- disfrutar plenamente los dulcísimos
goces de himeneo. Por eso se desazonó la desposada cuando advirtió que
después del primer igniscente deliquio de pasión la bandera de amor de
su flamante maridito se abatió. Mas no por mucho tiempo, he de
decirlo: luego de un rato de descanso el anheloso novio izó de nueva
cuenta el pendón de su brío varonil. Ella también notó aquello, y
en arrebato de gozo exclamó con sorpresa y regocijo: "¡Qué bueno!, ¡es
reciclable!"
  
(anónimo)
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