Gallo ciego
El gallo del corral era cieguito. Tenía, sin embargo, la valiosa ayuda
de un servicial perico que lo guiaba para que cumpliera sus tareas en
el gallinero. Llegada la ocasión le decía el loro:
- Ahí está la gallina, gallito... Avanza derecho unos seis pasos... A
la izquierda; un poco más a la izquierda... Así... Otros tres
pasitos hacia adelante... Ahí. Ahora súbete... ¡Muy bien, gallito,
muy bien!
Con la guía y el estímulo del perico, el gallo no tenía mayor
dificultad para cumplir su función procreadora. Cierto día el
periquito vio que el gallo se le acercaba tentando con las alas. Le
dice alarmado:
- Oye gallito, yo soy el perico... Vas mal, gallito; vas mal... No,
gallito, no... ¡Gallito!... ¡Ay!... ¡Muy bien, gallito, muy bien!
(anónimo)