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Qué penitencia

El joven sacerdote recién ordenado estaba confesando por primera vez.
Una feligresa, señora apetecible, le contó sus culpas. El curita quedó
anonadado al escuchar la nómina de los pecados de la feligresa. Ni
siquiera pudo atinar a decidir qué penitencia debía darle para expiar
sus culpas. Le pidió que lo aguardara un momentito y se dirigió a la
sacristía. Ahí estaba el cura párroco, su superior:

- Padre -le preguntó el novato al sapiente sacerdote-. ¿Qué le daría
  usted a una señora ya mayor, casada, que se dedica a andar con
  hombres?

- Cuando mucho 500 pesos, hijo.
  
(anónimo)
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