Salpicado
Un sacerdote iba por la calle cuando un majadero individuo pasó de
adrede con su coche sobre un charco y lo salpicó todo de agua sucia.
Por divertirse con su hazaña el tipo detiene el automóvil y asomándose
por la ventanilla le pregunta, burlón, al sacerdote:
- ¿Dijo usted algo, señor cura?
- No, hijo mío. Mi sacerdocio me impide decirte lo adecuado. Sin
embargo te voy a hacer un encargo: la próxima vez que tu madre dé a
luz, dile que me regale uno de los cachorritos.
(anónimo)