El sobreviviente
Después de varias horas de penoso ascenso la cuadrilla de rescate llegó
por fin al sitio donde se había estrellado un avión. Lo que vieron los
rescatistas los llenó de horror: sólo un pasajero había sobrevivido, por
cierto, un hombre sumamente gordo. Cuando lo hallaron estaba royendo con
avidez un hueso. Junto a él había un enorme rimero de mondas osamentas.
La cosa estaba clara: aquel hombre se había alimentado con los cuerpos
de sus compañeros muertos. El individuo advirtió el espanto de los
rescatistas.
- No pueden ustedes reprocharme nada -les dijo, vehemente-. Algo tenía
que comer para mantenerme con vida. Cualquiera habría hecho lo
mismo, ¿no?
- Quizá sí -respondió por todos el jefe de la cuadrilla-. Pero no sea
usted cabrón: el avión se estrelló apenas ayer.
(anónimo)