El ventrílocuo y el gaucho
Un ventrílocuo, de viaje por las pampas, se encuentra con un gaucho
sentado al frente de la tapera. Está tomando mate con su perro a los
pies y algunos animales en el fondo. Después del saludo inicial se
produce el siguiente diálogo:
Ventrílocuo: Lindo perro. ¿Le importa si hablo con él?
Gaucho: ¡Los perros no hablan!
Ventrílocuo: ¿Qué tal perro, todo bien?
Perro: ¡Bah, no estoy mal!
Gaucho: (mirada de enorme espanto)
Ventrílocuo: ¿Este es tu dueño? (señalando al gaucho)
Perro: Así es.
Ventrílocuo: ¿Qué tal te trata?
Perro: No me quejo. Me saca a pasear dos veces por día, me da comida y
me lleva a la cañada a jugar una vez por semana. No lo paso mal.
Gaucho: (mirada de enorme incredulidad)
Ventrílocuo: Lindo su caballo. ¿Le importa si hablo con él?
Gaucho: ¡Los caballos no hablan, canejo!
Ventrílocuo: ¿Cómo viene la mano, caballo, todo en orden?
Caballo: Todo tranquilo, gracias.
Gaucho: (boca abierta y mirada de inmenso asombro)
Ventrílocuo: ¿Este es tu dueño? (señalando al gaucho)
Caballo: Efectivamente.
Ventrílocuo: ¿Y qué tal te trata?
Caballo: No está mal, no está mal. Me cuida bien, me da alfalfa de
primera, me cepilla todos los días, me deja en el establo los días
de lluvia o frío. No me puedo quejar, la verdad sea dicha.
Gaucho: (totalmente impresionado y abrumado con los ojos como el dos
de oro)
Ventrílocuo: Linda su oveja. ¿Le importa si hablo con ella?
Gaucho: (gesticulando desesperadamente y apenas consiguiendo hablar)
¡LAS OVEJAS SON TODAS UNAS MENTIROSAS!
(anónimo)